miércoles, 3 de octubre de 2012

Andrew Loog Oldham Escucha Una Nueva Canción Y Cuenta Su Experiencia Detalladamente



Cualquiera que haya leído las contratapas de los primeros discos de los Rolling Stones, sabrá que Andrew Loog Oldham es un exagerado. Ahora estoy leyendo su autobiografía Stoned / 2Stoned, que obviamente también está llena de gloriosas y patéticas anécdotas exageradas. Podría transcribir cualquier parte de esta autobiografía, porque es genial, pero me decidí por el entusiasmo que pone cuando relata la primera vez que escuchó una canción. En este caso, era una canción producida por su amigo Phil Spector.


“Después (Phil Spector) volvió a lo que estaba haciendo. Tenía un prensado de prueba de 45 RPM de etiqueta blanca sobre la bandeja y lo puso. El cuarto se llenó con ese sonido increíble. Yo no tenía idea de qué era, pero era la cosa más increíble que había escuchado en mi vida. Lentamente me abrí paso entre el laberinto aural y pude discernir lo que me parecieron dos negros cantando un muy triste, torturado, laborioso y parejo lamento sobre cosas que “ella” ya no hacía cuando se besaban. Por debajo había una capa de sonidos continuos, de lamentos majestuosos con eco que sonaban eternamente, el único movimiento lo proporcionaba un grueso bajo tipo “La Bamba” en Seconal. Llegado el estribillo, el tema de pronto recomenzaba con un ritmo intermitente de voces, ángeles y cuerdas, tensado en un dolor wagneriano, seguido de otro verso de un dolor aun más intenso. En el altar del puente el ritmo se arrodillaba, arrastrando el eco sinfónico al rincón, y quedaban solo unos “baby” y “please”. Los gritos y lamentos del góspel a dos voces eran impulsados entonces por una onda latina sugerida de ritmo y esperanza en el extremo grave cruzando las puertas del cielo hacia el expresivo estrilbillo final. El final era como si Jesús se hubiera elevado, como si Moisés hubiera descendido con los diez mandamientos del sonido.
¿Era obra de Phil? No estaba seguro. Pero no era parecido a sus usuales avalanchas de amor, llenas de percusión, pianos, guitarras ululando, no era parecido al épico “He's a Rebel” de los Crystals o al trascendental “Be my Baby” de las Ronettes. Pero tenía que ser Phil, a menos que todos estuviéramos soñanado (y tal vez lo estábamos). Nunca había escuchado un tema grabado tan generosamente, tan emotivo, tan poderoso.
Era “You've Lost That Lovin' Feeling”, de los Righteous Brothers.”

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